15 de abril de 2013

Boca cerrada


Anteanoche, al dormir, apreté tanto las mandíbulas, por los nervios que tenía de volver a verte y que habláramos, que hoy (ya después de sucedido) desperté con la luna y un dolor que no me dejaba más opción que irme al sofá a ver amanecer y tomar un té, con la esperanza de poder conciliar el sueño nuevamente.
Decía, en algún lado –ahora no recuerdo–, que quien una vez abrió los ojos ya no puede volver a dormir...

Para matar el hambre, hoy, siendo que a la boca no podía casi abrirla, tuve que hacerme un puré, como si volviera a niña (pero dándome yo misma las cucharadas).

Es extraño cómo algo que podría ser hermoso puede hacerte apretar tanto los dientes.





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